Día 48:
Málaga 7:45 me levanto de la cama con una sensación extraña y un pellizco en el estómago. Hoy es el día 48, por primera vez vamos a salir a la calle durante un periodo de tiempo acotado. Cojo mi mochila y bajo por la escalera, hoy voy a ver el sol y voy a ver el mar, ese mar que tanta necesidad tengo de ver y escuchar. Ya cerca del puerto comienza a oler al yodo. Una emoción salta en mí, me estoy acercando y al llegar observo el mar sereno y limpio como nunca lo había visto antes. Comienzo a cruzarme con mucha más gente, unos corren otros andan, otros patinando, pero todos tienen una cosa en común, la cara de satisfacción. Esa cara después de este encierro tan largo lo dice todo. Me quito las gafas de sol porque quiero ver el color real. Observo el azul del cielo muy limpio, yo diría que transparente. Dios qué emoción, lentamente mirando a mi alrededor veo los diferentes tonos de los verdes de los árboles del parque, la Alcazaba y el Castillo que ahí siguen después de todo estos días. Observar todo esto me hace ver lo débiles, lo minúsculos, lo pequeños que somos en este todo, que es el mundo y universo. Tan solo somos una ola en un océano, nosotros no somos el océano.
No puedo dejar pasar esos grandes yates ahí aparcados. Me doy cuenta de que las posesiones no son nada en la vida cuando algo tiene que llegar, llegará a todos. Con dinero o sin dinero, mejor o peor, mayor o menor; eso da lo mismo, de igual manera cae en ti.
Continúo andando y andando. Respiro profundo, maravilloso olor. Me doy cuenta de lo pequeño que soy, consciente, aquí y ahora.
De repente me veo jugando de lado a lado buscando esos rayos de sol que durante tantos días no he podido disfrutar, no he podido ver, no he podido tomar. Y, jugando con él, le digo hola amigo sol, he vuelto, estoy aquí de nuevo. Y él comienza a calentarme como si fuera ayer el último día que estuvimos juntos y yo siento como la temperatura aumenta en mi piel, ya necesitaba recordar está sensación.
Mi amigo Samu, siempre pendiente, me lo decía: el primer día que salgas, toma el sol necesitas vitamina D, cuídate. Pues amigo Samu así lo voy a hacer.Y continúo respirando y me detengo a hacer una foto a mi memoria de ese mar, de esa escena. Me siento feliz, pero hay que volver. Por suerte mañana vendré de visita con paso fuerte y firme.
Continúo fijándome en las caras de la gente y sus expresiones. Hay gente que lleva chándal de hace 30 años, gente que va muy bien vestida y muchos en ropa deportiva. Todos preparados para salir. Por cierto… haría falta una buena mano de peluquería. ¡Cuánto tinte, cuántas raíces! Es broma, el camino de vuelta lo he comenzado con la tranquilidad. De momento observando todo como si fuera un niño, sintiendo una paz y una felicidad que hacía muchos días que no sentía. ¿Habremos aprendido algo de esta lección de la naturaleza?
Mañana volverá a salir el sol y volverá a amanecer de nuevo, distinto como siempre hace, pero sin faltar ningún día. fiel a su oficio, nos volverá a calentar iluminar y yo estaré mañana ahí para verlo de nuevo.
Por fin parece el principio del fin.